Además, él estaba seguro de que todo terminaría por solucionarse. Se ubicó detrás de él y colocó sus manos sobre sus hombros, haciendo movimientos largos y ligeros sobre estos mismos.
—¿Qué haces?
—Masajes, así te relajas un poco y te olvidas de todo lo malo — susurró con una sonrisa descansando su dedo pulgar e índice sobre la tensa piel de su hombro, presionando y juntando poco a poco ambos dedos.
Daniel exhaló, sintiendo cómo una de sus manos se ubicaba en su espalda y la otra encima se colocaba encima de esta, haciendo pequeños círculos y subiendo lentamente por la espalda y bajando de nuevo, prensando su columna.
—He intentado hablarle de todos modos y aun así, insiste con lo mismo.
—Pero lo comprenderá, créeme que lo hará. Es tu padre y te quiere y aunque ahora esté equivocado, terminará por entenderlo. No puede casarte con alguien que no quieres.
—Me importa un bledo si lo comprende o no, no pienso seguirle el juego.
Sus dedos se cerraron y sus nudillos hicieron contacto con su