La casa estaba llena de voces. Era el cumpleaños de la abuela de Camila, y toda la familia se había reunido en esa vieja casa de techos altos y fotos colgadas en cada rincón. Sonrisas, risas, abrazos. Un ambiente cálido y familiar. Pero Camila solo tenía ojos para una persona.
Julián estaba allí. Había llegado de imprevisto. Su padre lo había invitado a último minuto, diciendo que “era como de la familia”. A ella se le secó la garganta cuando lo vio entrar. Llevaba camisa blanca y jeans oscuros. El cabello le caía ligeramente sobre la frente y sus ojos la buscaron apenas cruzó la puerta. No hablaron. No lo necesitaban. Las miradas eran suficientes. Pasaron horas cruzando roces accidentales, miradas sostenidas demasiado tiempo, respiraciones contenidas. Camila se inclinaba cerca de él cuando hablaba, lo rozaba al pasar con los dedos, con la cadera. Julián no decía nada, pero sus pupilas se dilataban cada vez que ella lo tocaba. Cuando la mayoría de la familia se sentó a ver un video de recuerdos en la sala, Camila se levantó sin decir palabra y caminó hacia el pasillo. Se detuvo frente al baño del fondo, miró hacia atrás y lo vio seguirla. Su piel se erizó. Entró. El baño era estrecho, con paredes beige y una pequeña ventana cubierta por una cortina vieja. Cerró la puerta con seguro. Julián llegó segundos después. —Estás loca —susurró apenas entró. —Y tú estás duro —respondió, mirándole la entrepierna. Lo besó con hambre. Sus bocas se buscaron con desesperación contenida. Julián la acorraló contra la pared, le levantó la falda sin ceremonias y deslizó la mano entre sus piernas. —Otra vez sin ropa interior… —Es mi forma de decirte que te quiero. Él rió por lo bajo, la besó de nuevo, pero esta vez con más urgencia. Camila lo empujó suavemente hasta hacerlo sentarse en la tapa del inodoro. Luego se arrodilló entre sus piernas. Julián la miró como si no creyera lo que estaba a punto de pasar. —Camila… —Shhh… solo disfruta. Desabrochó su pantalón, liberándolo de la presión. Su erección saltó firme, palpitante. Ella lo tomó con una mano y lo besó primero con suavidad, apenas rozándolo con los labios. Luego lo lamió despacio, con la lengua húmeda y caliente, saboreándolo como algo prohibido y delicioso. Julián soltó un gemido ahogado, apretando los dientes para no hacer ruido. Ella lo envolvió con la boca, moviéndose lenta al principio, sintiendo cómo su cuerpo temblaba bajo sus manos. Luego fue más profunda, más intensa. Él la miraba desde arriba, con la mandíbula tensa y los ojos oscuros de deseo. —Vas a matarme —murmuró. Ella sonrió con la boca llena. Aceleró el ritmo, lo acariciaba con una mano mientras lo devoraba con la boca. El sonido húmedo llenaba el pequeño baño, junto a la respiración entrecortada de Julián. Su cuerpo se tensaba. Sus dedos se aferraron a su cabello. —Para… si no paras… me voy a correr… Camila lo miró desde abajo, sin dejar de moverse. Sus ojos brillaban. Y entonces, él explotó. Un gemido contenido, profundo, mientras su cuerpo se estremecía. Ella lo sostuvo hasta el final. Luego se limpió con los dedos, se acomodó la falda y se levantó como si nada. Julián aún jadeaba. La miró con el deseo intacto, pero también con miedo. —¿Qué estamos haciendo? Camila se acercó, lo besó en la boca, suave. —Jugando con fuego. —Alguien pudo haber entrado. —Pero no lo hicieron. Él la sujetó del brazo antes de que saliera. —Esto no va a terminar bien. Ella le sonrió, con esa mezcla de inocencia y perversión que lo volvía loco. —Entonces que termine mal… pero que termine rico. Salió del baño sin mirar atrás. Al regresar a la sala, su padre la miró con el ceño ligeramente fruncido. —¿Dónde estabas? —En el baño. Demoré porque me estaba arreglando el maquillaje —respondió con naturalidad. Su padre la miró. Luego miró hacia el pasillo. Julián apareció segundos después, con la camisa ligeramente desordenada. Se alisó el cabello con una mano, y forzó una sonrisa al cruzar las miradas. Fue entonces cuando el gesto de su padre cambió. Le sostuvo la mirada a Julián un par de segundos más de lo necesario. No dijo nada. Pero algo en sus ojos decía que, por primera vez… algo empezaba a sospechar.