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Luego Christina deslizó los dedos por sus brazos, en un toque levísimo, dulcísimo,

que tuvo como destino sus manos. Las estudió con detenimiento, estaban sucias, se notaba que se las había lavado solo con algo de agua en pro de quitarse la mayor cantidad de suciedad, dejando el lavarlas bien, seguramente, antes de la cena. Tenían partículas de tierra entre las grietas de la piel y estaban más aperas y rasposas que de costumbre. Las acarició sosteniéndolas entre las suyas, bajo la atenta mirada de Santiago que seguía cada uno de sus movimientos sin comprender nada, o, tal vez, sin querer hacerlo.

Christina abrió los brazos de Santiago y buscando espacio entre los mismos, dio un paso hacia delante, arropándose a sí misma con ellos, colocando las manos masculinas alrededor de su cintura, como si les estuviese mostrando el camino a casa. Le acarició el cabello con ternura y escondió la cara en el espacio entre el hombro y el cuello. Luego hundió la nariz contra la piel húmeda por el sudor
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