Las gotas de lluvia golpeaban el ventanal del pequeño departamento donde Pamela se había refugiado. La humedad envolvía el aire como una caricia inquietante, mientras la ciudad, allá afuera, seguía palpitando con su ritmo frenético. Estaba sentada frente a su laptop, con los ojos fijos en la pantalla, pero su mente divagaba entre recuerdos confusos, rostros en penumbra y las palabras que Matías le había dejado retumbando en el pecho.
Desde la confrontación con Cristhian Guon, no había vuelto a responderle las llamadas. Su corazón se encontraba dividido entre el deseo ardiente que aún latía por él y la creciente sospecha de que todos los caminos la conducían a una verdad peligrosa. Fue entonces cuando tomó una decisión: si quería sobrevivir a la tormenta que se avecinaba, tendría que descubrir los secretos por sí misma.
—No puedo confiar en nadie —murmuró.
Sacó un número arrugado de su bolso. Era de alguien que Matías le había mencionado una vez en tono casi conspirativo: Axel, un hack