Nathan llegó a casa agotado. Apenas abrió la puerta, lo recibió el silencio cálido del hogar. En el sofá de la sala, su hijo dormía profundamente con un papel sobre el pecho. La nota, escrita con letra algo desordenada, decía: "Te estaba esperando. Despiértame." No pudo evitar reír con ternura. Retiró el papel con cuidado y lo dejó sobre la mesa de centro.
—Jader, hijo mío —lo llamó en voz baja, procurando no asustarlo.
El joven se removió con pereza y abrió los ojos entrecerrados.
—Papá... llegas tarde —murmuró, medio dormido, incorporándose lentamente.
—Estaba en una reunión con Oliver. Ya sabes, es un buen amigo. Me estaba comentando un problema delicado. ¿Y tú? ¿Qué hacías esperándome?
Jader se despabiló un poco más. Lo miró con intensidad, como si hubiese estado ensayando mentalmente aquel momento.
—Precisamente de Oliver y su hermana quería hablarte.
Nathan frunció el ceño, curioso.
—¿De América?
—Me prometiste un auto para fin de año, ¿recuerdas? —dijo Jader con una sonrisa ladeada—. Pues en lugar del auto... quiero a la chica.
Para el joven no había sido fácil decir aquello, puesto que no era algo que se escuchara bonito. Solo él podía sentir lo nervioso y lo mucho que su corazón se había acelerado al decir semejante cosa.
Nathan casi se atraganta con su propia saliva. Miró a su hijo como si acabara de escuchar una locura porque en sí, lo era.
—¿¡Estás loco!? —exclamó, incrédulo.
—Papá —le interrumpió con serenidad—, esa chica me gusta. Y es una buena chica. Si vieras al viejo con el que quieren casarla... da asco.
Nathan suspiró con fuerza, sintiéndose en un laberinto distorsionado. Recordó todo lo que le había dicho a Oliver. Se lo había dicho para calmarlo, para darle esperanza, pero en el fondo, él mismo no estaba de acuerdo con esa forma de tratar a una persona. América no era un objeto. Aun así, sabía que Bárbara tenía poder legal sobre la muchacha y que, con dinero en mano, podía venderla sin más. Solo un matrimonio podría protegerla de ese destino.
—Papá, de verdad... ese señor es repugnante —insistió Jader con el rostro lleno de disgusto—. Y ella... es tan bella. Si la conocieras... es lo más hermoso que Dios ha creado.
—¿Te gusta?
—Sí. Y mucho.
—¿Y tú a ella? ¿Le gustas?
Jader se encogió de hombros con una mueca traviesa.
—No lo sé. Pero sé que prefiere mil veces estar conmigo que con ese viejo. Además... nunca he estado con una virgen. Solo quiero su virginidad y luego, no se si me quedaré —suspiro pensando un poco—. No… no sé, quizá suceda algo, quizá de eso nazca algo.
Nathan se levantó del sofá con el ceño fruncido, llevándose las manos a las sienes.
—Déjame pensarlo —dijo, cansado—. Por lo que tengo entendido, tenemos unos días para decidir.
Dejó a su hijo en la sala y subió a su habitación. Se dio una ducha rápida y se dejó caer en la cama, desnudo, deseando que el día llegara a su fin. Pensó en Oliver, en el proyecto que estaban por concretar, y en América. Si con su dinero podía evitar que esa muchacha cayera en manos de un monstruo, lo haría. Más aún, si se trataba de la hermana de su mejor amigo.
Al día siguiente, estaba América con sus amigas, intentando sobrellevar su vida, de una mejor manera.
—¿Vamos al centro comercial? —preguntó Mara con entusiasmo.
—No puedo —respondió América, con voz apagada—. Bárbara me llamó y me dijo que fuera directo a la casa después de clases.
—Maldita vieja —murmuró Larissa, indignada—. ¿Por qué tienes que obedecerla?
—Porque si desobedezco... me va peor —dijo América, encogiéndose de hombros—. Lo único que puedo hacer es minimizar el daño.
—Hay que matarla —añadió William con tono tan serio que todos estallaron en carcajadas.
—Si pudiera, ya lo habría hecho —dijo ella entre risas, aunque la tristeza no abandonaba su mirada.
Al llegar a la casa, América encontró a su hermano, a Bárbara y a un hombre desconocido, todos sentados en la sala. La tensión era evidente. Todos la miraron al mismo tiempo, como si la hubieran estado esperando y ella, ella sintiendo que su alma viajaba a mil kilómetros por hora susurró:
—Hola.
—Ven —ordenó Bárbara, sin amabilidad.
Oliver se levantó, la abrazó y le besó la mejilla con calidez. Luego la invitó a sentarse, guiñándole un ojo como gesto de ánimo.
—Sabes, querida, que estamos pasando por una situación crítica —empezó Bárbara con tono fingidamente compasivo—. Él es Nathan... y quiere casarse contigo. Yo ya le había dado mi palabra a Vladimir, pero este señor ofrece más.
Las palabras fueron como puñaladas. América sintió una mezcla de rabia y humillación. Para Bárbara, ella no era más que una mercancía, una ficha de cambio que iba al mejor postor. Se obligó a mirar al hombre. Tenía aspecto respetable, era delgado, mulato, con rasgos finos. No era guapo, pero tampoco repulsivo, al menos no como Vladimir, aunque sin duda lo más repulsivo de su antiguo comprador, era su forma de ser.
Si esto es lo mejor que Oliver pudo conseguir... pues ni modo, pensó. Si me pongo exigente, terminaré con un cerdo viejo encima.
—Supongo que estás pensando que soy yo quien se va quedar contigo —intervino Nathan, como si pudiera leerle los pensamientos—. Pero no. Serás para mi hijo. Lo conociste en tu fiesta de cumpleaños. Él es Jader.
América parpadeó sorprendida. El chico no era su tipo, pero tampoco era feo. comparado con Vladimir, era casi un regalo del cielo. Una sonrisa se dibujó en sus labios, una que no pudo evitar.
En retrospectiva, cuando Nathan miró a América, al entrar, entendió de inmediato por qué su hijo había perdido la cabeza por ella. Era una joven hermosa, de labios carnosos y cuerpo provocativo. Sintió un estremecimiento incómodo.
“Estoy pensando como un maldito pedófilo”, —se reprochó, porque no podía hacer más que mirarla como una atractiva mujer.
Él nunca había estado con una joven menor que él, y no pensaba cambiar eso. Siempre se había prometido no convertirse en un viejo verde como muchos y estaba dispuesto a seguir siendo tan digno como se creía.
Cuando le habló a Oliver de "comprar" a su hermana, el muchacho no paró de darle las gracias. Estaba verdaderamente aliviado de que América no terminara con Vladimir. Habían acordado que Nathan se casaría con ella, ya que Jader era muy joven para un matrimonio. Sería un matrimonio simbólico, una protección legal, nada más.
Jader respetaría a la chica hasta que ella se sintiera lista. Mientras tanto, ella no podría tener novio hasta que se divorciara de él, aunque Jader sí podría tener las relaciones que quisiera. En cuanto a Nathan... si se le presentaba alguna oportunidad con otra mujer, no pensaba desaprovecharla. América no era para él, sino para su hijo.