La música comenzó a cambiar, ahora sonaban las canciones favoritas de Larissa. A América también le encantaban, aunque sentía debilidad por los ritmos latinos. Las chicas se dirigieron en grupo a la pista de baile, riéndose entre sí. No tardó mucho para que unos chicos se acercaran a Virginia y Larissa, quienes se separaron del grupo con naturalidad. América quedó bailando con Zoe, disfrutando del ambiente.
Después de unas cuantas canciones, ambas regresaron a la mesa. América no dejaba de beber: el champán estaba tan delicioso que apenas podía resistirse. Larissa realmente sabía elegir lo mejor.
—Mira cómo perrean esas —comentó Zoe, señalando a las otras—. Solo tú y yo como que tenemos repelente anti hombres —añadió con un puchero.
—No exageres, ya verás que se nos acercan —respondió América, intentando consolarla.
Mientras tomaba otro sorbo, comenzó a hacerse preguntas que no lograba responder con certeza. ¿Estaba bien o mal bailar con un chico si estaba casada? Su instinto le decía