Cyrus lo miró, desconcertado.
—¿Qué? ¿En prisión? ¿Está seguro? —inquirió, abriendo la carpeta al fin, para buscar esa información que el investigador le estaba dando.
Miró la primera página y encontró lo que él ya sabía: los datos personales de su secretaria; su nombre completo: Stella Jane Davison; su edad: 23 años; su estado civil: soltera... etc., etc., etc.
—Lo estoy, Cyrus. Él ha estado tras las rejas desde hace unos diez años más o menos.
Cyrus giró la hoja, pero no la miró porque levantó el rostro de la carpeta y volvió a mirar al investigador.
—¿Y por qué está en prisión, si usted ya me dijo que no está envuelto en ningún acto delictivo? ¿Fue por un motivo injusto? ¿Mató accidentalmente a alguien?
—No.
—¿Entonces?
Belial inspiró y se pasó una mano por la barba antes de beber un trago de la cerveza que tenía a un lado.
—Cumple condena porque fue arrestado por agresión y abuso sexual —dijo Belial con un tono serio, sin dramatismos, pero cada palabra cayó como