La noche caía sobre la ciudad con esa calma engañosa que solo existe en los sábados que mueren lentamente. Cyrus conducía sin rumbo fijo, con el motor del auto ronroneando bajo la lluvia ligera que empezaba a empañar el parabrisas. El informe de Belial descansaba sobre el asiento del copiloto, como un animal dormido, esperando volver a despertar para morderlo de nuevo con el peso de sus verdades.
El padre de Stella Davison estaba en prisión. Por abuso.
Por abusar de ella.
La frase retumbaba una y otra vez en su cabeza como un eco metálico que no podía detener. Cyrus pensó que había escuchado mal al principio, pero no. Belial había sido claro, preciso, sin rodeos. El tipo no hablaba mucho, pero cuando lo hacía, cada palabra era un golpe certero.
Giró en una esquina sin pensar demasiado y se dio cuenta de que estaba conduciendo hacia la dirección que aparecía en el expediente. Ni siquiera había planeado hacerlo. Solo siguió el impulso. Cuando finalmente aparcó frente al edificio de