Punto de vista de Caspian
Desde aquel día que me la encontré en la oficina no he podido borrármela del pensamiento. Es la primera vez que me ocurre esto con una mujer.
Todo el odio con el cual he vivido, el mismo que había levantado como muralla y que siempre me mantenía en calma, ahora se estremece.
Al tenerla en mis brazos me sentí bien… pero, en el fondo, ese mismo odio reverberaba recordándome que ninguna mujer es buena y que la maldición que cargo debería ser mi único escudo. Y, aun así, desde aquel encuentro no he podido dejar de pensar en ella.
Tiene un aroma delicioso que me intriga a mí como a Atlas, mi lobo. Los días pasaron y hoy, cuando me dirigía a la empresa, encontré las calles cerradas.
Decidí bajar y caminar, algo que nunca hago porque jamás lo consideré relevante. Entonces, lo sentí: ese aroma. Lo seguí, hasta que la vi.
Estaba pálida, desesperada, y no me notó cuando chocó conmigo. En esos ojos que me desconciertan cada vez más, vi puro terror. Su rostro estab