Punto de vista: Kaelith
Al bajar las escaleras, la veo.
Rose está sentada en el sillón, mirando hacia la ventana, con el cabello cayendo como un río dorado sobre sus hombros. Me acerco sin hacer ruido y me siento junto a ella.
La atraigo hacia mí, y su perfume —a flores y lluvia— me golpea con la fuerza de todos los años perdidos.
—No tienes idea cuánto te extrañé —susurro contra su piel—. Cómo me consumía no poder hablarte, solo mirarte desde lejos.
Acerco mis labios a los suyos y dejo un rastro de besos que viajan por su cuello. Ella tiembla, pero no de miedo.
—Amado mío —responde con la voz entrecortada—, me dolió tu partida, pero no hubo un solo día en que no pensara en ti. Nunca perdí la esperanza de que regresarías. Eres mío… y siempre serás mío.
Nos reímos, y esa noche recordamos viejos tiempos, uniendo nuestras almas una vez más.
Cuando ella duerme desnuda sobre las sábanas, me levanto en silencio. La cubro con la manta y salgo a la noche.
Respiro profundo. E