Punto de vista: Seraphiel
Cuando Rubi se marchó, no perdí el tiempo.
Regresé a Valemyst con el sol asomando entre los edificios, una luz que antaño habría significado mi muerte.
Me detuve en la sombra de un callejón y extendí la mano. La luz tocó mi piel… y nada ocurrió.
Mi corazón —muerto durante siglos— dio un vuelco.
Sonreí, luego reí, y al final estallé en carcajadas.
Rubi me había devuelto lo imposible: esperanza.
Camino por las calles abarrotadas. La gente me roza sin sospechar que entre ellos camina un vampiro milenario, uno de los primeros, de los originales.
El hambre ya no me controla; la sangre no gobierna mis pasos.
He aprendido a dominar mi naturaleza.
Soy el monstruo que aprendió a amar la luz.
Llego a mi sede en la ciudad: un edificio oscuro, elegante, símbolo de mi doble vida.
En mi mundo soy el Rey de Noctarion. Aquí, en el mundo humano, soy Lord Seraphiel, el magnate de los clubes nocturnos, el Rey de las Sombras.
Mis empleados me temen. Mis enemigos me