Punto de vista de Roderick
La noche me abrazaba como un viejo cómplice. En mi palacio las sombras se mezclaban con el olor de la sangre y con el silencio de quienes ya no podían gritar. Disfrutaba del poder con la frialdad de quien ha renunciado a toda piedad: dominaba, experimentaba, exigía adoración.
Aquellas mujeres —simples vasijas de un don que codiciaba— no eran más que herramientas para mis fines. Las miraba, las rompía, las utilizaba; y cada fracaso alimentaba un furor más calculador.
Era muy satisfactorio ver el miedo en los ojos de aquellos a quien tenía bajo mis pies. Simples humanas que me gustaba torturar, y hacer con ellas lo que yo quisiera. Tampoco solo humanas, de todo.
Estaba en mi cuarto disfrutando de una apetitosa humana cuando tocaron la puerta y me enoje, porque interrumpen este momento. Ella estaba tirada en la cama desangrándose mientras yo estaba dentro de ella el miedo me excitaba mucho mas. —¿Quién? — grite enojado —Mi señor ha llegado Grek y desea ver