Itala
Despierto enredada en el cuerpo del asiático. Uzumaki le hace honor a su apodo. Tiene un movimiento giratorio que me hizo correrme duro, pero… no pude dejar de pensar en Neri. Sin importarme que se despierte, empujo su pierna y me libero. Me arrastro hasta la orilla de la cama y la sábana se queda en mi cintura.
—Itala, ¿qué hora es? —Su voz soñolienta no me saca de mi tormento.
—Sigue durmiendo. Me voy a bañar.
Aparto con violencia la sábana y me incorporo sin pudor. Camino hacia el tocador y agarro la ropa que Guido me trajo.
—¿Te sucede algo?
Me volteo hacia él. La sábana le cubre el miembro; mis ojos se deslizan por su pecho tatuado, ascienden por su cabello que cae sobre los hombros, hasta detenerse en su rostro serio.
—Quiero aclarar que solo fue sexo —comento con rudeza.
Él me analiza con esos ojos achinados.
—Tranquila, no tienes compromiso conmigo. —Vortice estira los brazos sobre la cabeza y se sienta con un bostezo—. Saldré de tu habitación.
—Puedes seguir durmiendo —a