Azzura
Estoy absorta, observando mi reflejo en la vidriera del local de tatuajes. El cristal es tintado; seguramente me miran desde el interior. Rozo con el dedo la calavera que se desintegra en el medio del vidrio. Sobre ella, se lee: Segnati (Márcate).
—Le falta originalidad —comento con mordacidad.
—Hubiera esperado algo como: Tatuato sulla mia anima (Tatuado en mi alma). —Itala me sigue el ritmo.
—Lo importante es el arte —aboga Terzo.
Lo empujo para poder ver su cuello.
Nunca he visto completo su tatuaje de alas. Con el dedo, trazo el contorno del ala derecha. Su nuez de Adán se mueve al tragar, y mi dedo se queda suspendido.
—Lo siento, es que nunca me has mostrado tus alas.
De repente, siento la necesidad de justificar mi atrevimiento. Su sonrisa se ensancha.
—Azzura, no te voy a comer. —Terzo se inclina y se mofa de mi reacción—. No eres mi tipo —susurra en mi cara.
Entrecierro los ojos y decido seguirle el juego. Llevo los dedos a su corbata y la aflojo. Terzo no se aparta; su