Azzura
Terzo no quiere dejarme ir. Está preocupado y no para de darme instrucciones. Me dio un celular para que lo llame si hay complicaciones. No soy amante de la tecnología. En Canadá siempre lo dejaba botado. Total, para lo único que lo uso es para mandar memes y reels en el grupo que tenemos. El grupo se llama Fuorilegge (Forajidos), y los integrantes son Amerigo, Narciso e Itala. La comunicación con mi padre se reducía a una llamada al mes y algún que otro mensaje.
«Lo echaré de menos».
—Se supone que el celular te lo daría tu padre —dice Terzo, devolviéndome al presente.
—¿El audio está aquí? —pregunto, esperanzada.
—Sí —responde, acomodándose la trenza en el lado derecho del hombro—. No llegabas y tenía que irse. Me pidió que guardara el móvil y que, si no llegaba, te lo entregara.
—Llegué, pero él no —musito con los ojos húmedos y parpadeo, negándome a llorar.
—Pausemos…
—No me tiraré al suelo a llorar —lo interrumpo.
Terzo se alivia y suelta el aire.
—Me alegro —admite, y lo