La mañana llegó con una pesadez en el aire, como si el universo estuviera esperando a que tomara una decisión. Algo había cambiado en mí, en mi interior, y ya no podía seguir ignorándolo. Kian había dejado claro lo que pensaba de mí, lo que pensaba de nuestra relación: soy humana, y eso, según él, era suficiente razón para mantenernos separados. Pero había algo en mi pecho, algo que no me dejaba respirar tranquila si no hacía frente a lo que sentía.
No puedo seguir huyendo.
Lo había decidido. Necesitaba verlo, confrontarlo, hablar con él. Si alguna vez iba a ser capaz de seguir adelante, tenía que ser con él o sin él, pero de una vez por todas, necesitaba respuestas.