No sé qué esperaba. Tal vez pensé que al regresar, todo estaría claro. Que las piezas encajarían de alguna forma mágica, que el caos en mi pecho se disiparía, y que Kian y yo podríamos encontrar un lugar en el que la incertidumbre desapareciera. Pero, por supuesto, la vida no funciona así. Nada en este mundo es tan simple.
El aire estaba cargado de tensión. La manada rival aún rondaba cerca, una amenaza latente que no podíamos ignorar. Cada paso que daba me sentía más atrapada entre el deseo y el peligro, entre lo que quería y lo que debía temer. Me dije una y otra vez que tenía que dejarlo ir, pero la verdad era que lo quería. Lo deseaba más que a nada.
Y, por supuesto, él estaba en mis pensamientos,