El aire estaba cargado de tensión, una tensión tan espesa que podía saborearla en mi lengua. Podía oír los susurros de la manada rival acercándose, sus pasos retumbando en el suelo con una fuerza que me helaba la sangre. Kian estaba tendido a mi lado, su rostro empalidecido por el dolor, y cada vez que intentaba moverse, su cuerpo respondía con un gemido ahogado. Lo miré y mi corazón se estrujó. No importaba cuántas veces pasáramos por esto, nunca me acostumbraba a verlo así, vulnerable, herido, casi derrotado. Y sin embargo, su mirada seguía siendo fuerte, un reflejo de todo lo que habíamos sido, todo lo que aún éramos.
—Emma… —su voz, rasposa y débil, cortó el aire con una claridad que me hizo estremecer. No podía dejarlo ir, no pod