La luz del amanecer no pudo disip
El aire estaba cargado de tensión, una tensión tan espesa que podía saborearla en mi lengua. Podía oír los susurros de la manada rival acercándose, sus pasos retumbando en el suelo con una fuerza que me helaba la sangre. Kian estaba tendido a mi lado, su rostro empalidecido por el dolor, y cada vez que intentaba moverse, su cuerpo respondía con un gemido ahogado. Lo miré y mi corazón se estrujó. No importaba cuántas veces pasáramos por esto, nunca me acostumbraba a verlo así, vulnerable, herido, casi derrotado. Y sin embargo, su mirada seguía siendo fuerte, un reflejo de todo lo que habíamos sido, todo lo que aún éramos.—Emma… —su voz, rasposa y débil, cortó el aire con una claridad que me hizo estremecer. No podía dejarlo ir, no pod
Todo en mi cuerpo me pedía descanso. Mis músculos, adoloridos hasta el extremo, se resistían a moverse, y mi mente, que había estado al borde del colapso tras la batalla, solo deseaba apagar el caos que había sacudido nuestra vida. Pero, aunque mi cuerpo estuviera extenuado, el corazón seguía latiendo con fuerza, inquebrantable. Estaba junto a él, Kian, el alfa que, a pesar de estar también hecho pedazos, seguía siendo el fuego que no podía apagar.Sin embargo, entre nosotros había algo que no podíamos ignorar. Una distancia que no era física, sino emocional. La lucha, el dolor, el miedo, todo eso nos había unido, pero ahora… ahora había algo más: una tensión que no podíamos disipar, una incomodidad que crecía con cada hora que pasábamos
El sonido de la noche se rompió con el crujir de las hojas bajo mis pies, y el viento, que antes había sido ligero y cálido, ahora llevaba consigo el peso de la tensión. Estábamos a solo unas horas de la batalla que cambiaría nuestras vidas para siempre. Podía sentir cómo el miedo se arremolinaba en mi pecho, pero también la determinación. Esta era la última oportunidad para ganar, para protegernos, para estar juntos.Kian caminaba a mi lado, su presencia sólida y tranquilizadora, como siempre. Aunque sus ojos ardían con la intensidad de un fuego que no podía apagarse, había algo en su postura que decía más de lo que las palabras podían expresar. La noche antes de la batalla final no era el momento para hablar de lo que nos esperaba, pero las palabras surgían
La brisa nocturna acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia mi casa. El aire fresco del otoño se filtraba entre las hojas caídas, que crujían suavemente bajo mis botas. La luna llena brillaba intensamente sobre el pueblo, iluminando las calles vacías. Era una de esas noches en las que todo parecía estar en su lugar, todo tranquilo, todo como siempre. Pero, por supuesto, las cosas nunca permanecen tranquilas por mucho tiempo en mi vida.El sonido de los árboles moviéndose me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que era el viento, pero luego algo en la atmósfera me hizo sentir incómoda. La sensación era extraña, como si algo estuviera observándome. Me giré lentamente, mi corazón empezando a latir más rápido. La última vez que sentí algo similar fue cuando era niña, corriendo por el bosque y sabiendo que algo o alguien me seguía.Un ruido rompió el silencio de la noche, una rama que crujía a lo lejos, justo dentro de la franja oscura del bosque. No era normal, y no pude evitar
El pueblo nunca cambiaba. Era lo mismo todos los días: las mismas calles estrechas, las mismas caras amables, los mismos rumores que flotaban como niebla en el aire. Pero algo en mí había cambiado desde aquella noche. Algo que ni siquiera yo entendía. Los murmullos sobre Kian y su manada me perseguían, como fantasmas que no podía espantar, y la curiosidad, esa mezcla peligrosa de miedo y fascinación, me mantenía despierta en la oscuridad.Estaba convencida de que había algo más en Kian, algo que lo hacía diferente de todo lo que conocía. Las leyendas sobre los hombres lobo rondaban el pueblo, pero siempre las había tomado como simples cuentos. Historias para asustar a los niños o para hacer que las viejas se sintieran más importantes con sus susurros y miradas cómplices. Pero Kian... Kian no parecía parte de esas historias. Él era real. Y lo que sentía por él era real, incluso si me aterraba.Hoy era un día común. La tarde se deslizaba lentamente hacia la noche, y yo caminaba por el m
Me senté junto a la ventana, la carta todavía sobre la mesa, arrugada, como si pudiera deshacerse de la verdad que me había revelado. ¿Quién había escrito eso? ¿Quién sabía sobre mi encuentro con Kian? El miedo no se había ido, pero ahora se sentía más como un compañero persistente, un susurro en mi mente cada vez que pensaba en él. Me preguntaba si la advertencia era real o simplemente un intento de mantenerme alejada. Porque, a pesar de todo lo que había escuchado, a pesar de las leyendas, algo en mí seguía deseando verlo, seguirlo. Algo más profundo, más primitivo que el miedo.La luz de la tarde se filtraba suavemente a través de la ventana, pero mi mente seguía llena de sombras. Me levanté, dispuesta a distraerme, pero mi cuerpo no me respondía como yo esperaba. Todo parecía en cámara lenta. Mis pasos, mis respiraciones, mi corazón… todo era más intenso, como si un imán invisible me estuviera arrastrando hacia algo que no quería, pero deseaba con una fuerza inexplicable.Tomé un
El aire caliente de la fiesta me envolvía como una manta, opresiva y pegajosa. El bullicio de la gente me rodeaba, risas y conversaciones se entrelazaban en una cacofonía que se me hacía insoportable. Sin embargo, lo peor no era el ruido ni el calor. Era él. Kian. Estaba allí, a unos pocos metros de mí, su figura imponente casi como una sombra que oscurecía todo a su alrededor. Mi corazón latía en desorden, y mis pensamientos eran un caos. La advertencia de Kian seguía retumbando en mi mente: "Lo que sientes no es amor. Es instinto".El instinto...Me moría de curiosidad por saber qué significaba eso. ¿Era cierto? ¿Era tan sencillo? Porque si todo se reducía a una simple necesidad instintiva, ¿por qué mi cuerpo reaccionab
Era un viernes por la tarde, pero mi mente no sabía qué día era. El aire estaba pesado, como si el universo hubiera decidido suspender el tiempo, como si los minutos se alargaran indefinidamente y me dejaran atrapada en una telaraña de pensamientos. No podía dejar de pensar en él. Kian. El hombre que había desbaratado mi mundo y lo había reordenado de una manera que ni siquiera entendía.Mi vida diaria parecía tan distante en comparación con lo que había experimentado. Mi trabajo, mis amigos, incluso la calma habitual de mi casa ya no me daban la misma paz. Había algo dentro de mí, una necesidad que no podía acallar, y todo apuntaba hacia él. Lo deseaba de una manera salvaje, irracional, peligrosa. Y al mismo tiempo, algo dentro de mí me gritaba que no debía acercar