Elisa
El silencio, cuando es elegido, puede ser un refugio. Pero cuando es impuesto por el dolor, se convierte en un castigo. Y llevo días castigándome.
Desde que salí del departamento de Alexander, me encerré en casa de mis padres. No para esconderme del escándalo mediático que crece como hiedra venenosa en las redes, sino para esconderme de mí misma. De mis emociones. De mis contradicciones.
Apagué el teléfono. Cancelé las reuniones. No he vuelto a la biblioteca ni he respondido mensajes de colegas. Sé que no puedo permanecer así por siempre, pero necesito entender qué parte de mí sigue queriendo confiar en Alexander, y cuál quiere huir de todo lo que representa.