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SOY CULPABLE
SOY CULPABLE
Por: Eyda LG
Capítulo 1. Cara de ogro

Luciana estaba en su habitación. Ya que era el primer día de sus vacaciones, y se había prometido que los pasaría durmiendo hasta tarde. Pero no fue así.

Pues, desde su sueño más profundo, alcanzó a oír cómo alguien tocaba la puerta. Al no obtener respuesta, entraron sin su permiso y la despertaron.

Ella solo murmuró: —Quiero dormir un poco más…

Estaba agotada por la universidad y todas sus obligaciones, y lo único que deseaba era descansar. No sabía quién era la persona que se atrevía a interponerse entre ella y su tan anhelado sueño.

Pero como aquella persona parecía no tener intención de dejarla en paz, Luciana entreabrió los ojos con desgana y, al ver a la sirvienta que le había quitado la manta, la miró con cierto enojo mientras le decía:

—¿Cómo te atreves? Creo que fui muy clara antes de acostarme: no quería que me despertaran, ¡aunque el mundo se estuviera cayendo a pedazos!

Begonia la miró algo apenada y respondió con suavidad:

—Señorita, qué pena... Solo que su familia la está esperando para desayunar todos juntos. Ya que tienen algo importante que decirle, y por eso me atreví a desobedecer sus órdenes de ayer.

¿Pero qué le pasaba a su familia? ¿Acaso no se daban cuenta de cómo había estado la última semana, agotada por tantos trabajos de la universidad? Ya parecía un zombi. Pensando en eso, se dijo que tenía que ser algo realmente importante, lo que querían comunicarle para pedirle que desayunara con ellos.

Con esa idea en mente, se levantó y se arregló un poco antes de bajar al comedor. Una vez sentada, bastó con ver los rostros de sus padres y su hermano para darse cuenta de que la noticia era peor de lo que había imaginado.

La única que tenía buena cara era su abuela, pero ella no contaba, ya que desde muy pequeña había aprendido que el mundo podía estarse cayendo a pedazos, y su abuela siempre mantenía la compostura.

Luciana comenzó a mover la comida con el tenedor, sin ganas de probar bocado, esperando que por fin le dijeran qué era eso tan importante que no podía esperar hasta que se despertara.

Después de un largo silencio, escuchó a su abuela decir:

—¿Recuerdas a la familia Oliveros, cierto?

Luciana pensó: ¿quién diablos iba a saber quién era esa familia? Pero en ese instante recordó algo que su mejor amiga le había comentado alguna vez sobre el hijo mayor de los Oliveros...

Así que levantó la cabeza del plato para mirar a su abuela y negó con un leve movimiento, pues en realidad había escuchado muy poco sobre esa familia. Lo único que sabía era que estaban en el negocio de la inmobiliaria y nada más.

Sinceramente, nunca le habían interesado otras familias adineradas que no fuera la suya… y aquel hombre que una vez la salvó y jamás volvió a ver.

—Bueno —empezó a decir su abuela—, lo que pasa es que esta noche vendrán a cenar con nosotros… para concretar tu compromiso con Maximiliano, el hijo mayor.

—¡Abuela! —dijo Luciana con asombro.

Ella solo deseaba casarse con aquel hombre que conoció y que una vez la ayudó, pero, así como apareció, desapareció sin dejar rastro de él. Por eso se esforzaba en ser la mejor en la universidad: para que, cuando lo volviera a encontrar, él se sintiera orgulloso de ella por haber sacado su carrera adelante y ser la mejor de su clase.

Doña Margarita comenzó a explicarle las razones por las que debía casarse con alguien de la familia Oliveros. Le recordó que existía un compromiso entre ambas familias para unirse mediante el matrimonio, y que ese momento, finalmente, había llegado. Además, le dijo que Maximiliano era un buen hombre, y que, tras la muerte de su padre, había logrado posicionar su empresa como una de las más exitosas en la industria.

Y en la cena benéfica, se habían encontrado con los abuelos de Maximiliano, quienes sacaron a relucir el antiguo compromiso. Ya que ellos deseaban ver a su nieto casado y con hijos antes de morir, y pensaron que era el momento perfecto para retomar aquella propuesta que ambas familias habían dejado en el olvido. Y como los señores Oliveros querían que su nieto se casara lo antes posible y les diera su primer bisnieto, consideraban que Luciana era la mujer ideal para él: Pues provenía de una familia respetada, era inteligente, y estaban seguros de que, con el tiempo, Maximiliano se enamoraría de su belleza y dulzura.

—Pero abuela, Luciana apenas tiene veinte años y aún no ha conocido nada sobre relaciones amorosas —dijo Axel, un poco molesto al ver la expresión de su hermana y queriendo evitar ese compromiso a toda costa—.

Además, Maximiliano tiene treinta años. ¡Se llevan diez años, abuela! Es una diferencia muy grande. Y si eso no basta, déjame decirte algo más: en el círculo social se habla muy mal de él. Dicen que trata muy mal a las mujeres, que con la única que se comporta bien es con su hermana adoptiva.

Si aceptamos este matrimonio, estaríamos enviando a Luciana directo a una vida infeliz con ese hombre… al que todos conocen como “cara de ogro”.

—Eso son solo habladurías y chismes de la gente —respondió doña Margarita con firmeza—. Anoche, cuando hablé con sus abuelos, pude ver al verdadero Maximiliano.

Además, este matrimonio fue concretado desde hace mucho tiempo.

¿O acaso tú quieres casarte con la hermana adoptiva en su lugar?

Luciana, que hasta el momento solo había escuchado en silencio la discusión entre su hermano y su abuela, no podía permitir que Axel —quien amaba a su novia y tenía planes de casarse con ella— se sacrificara de ese modo.

Así que, con el corazón oprimido y la voz baja, dijo:

—Está bien... me casaré con él.

Brennon, que toda su vida había seguido las decisiones de su madre sin cuestionarlas, solo alcanzó a posar su mano sobre la de su hija. Pues no podía hacer nada más.

—Ya que todo está solucionado, ahora vamos a comer —dijo con resignación.

La única que no habló fue su madre, quien siempre había estado de su lado, pero esta vez actuaba como si no le importara que ella se casara con un completo desconocido. Y eso le parecía extraño, pues siempre su madre se había opuesto a las decisiones de su abuela. Ahora, en cambio, guardaba silencio, como si desde un principio hubiera estado de acuerdo con aquel matrimonio.

A Brennon se le notaba en el rostro la tristeza de ver a su princesita casarse de ese modo, y sin poder hacer nada al respecto. En el pasado, él mismo había estado de acuerdo con ese matrimonio, y ahora no podía hacer nada para impedirlo.

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