7. El ruido del silencio
La oficina del Hotel Gran Palace estaba fría y vacía, como si Lucía se hubiese llevado consigo todo el calor del lugar. El zumbido constante del aire acondicionado cortaba el silencio, pero para Adrián, ese ruido parecía venir de algo más profundo, de un sitio dentro de él, como si ahora todo en su vida vibrara de una manera distinta. Permaneció de pie frente al escritorio, mirando la carpeta cerrada, como si pudiera evitar lo inevitable con solo no abrirla.
Lucía se había ido. No como las otras veces, cuando se marchaba entre palabras no dichas o miradas evasivas, sino con una determinación tajante, como si hubiera dado todo lo que podía y no quedara nada más por decir. Se había marchado con el control, con la última palabra, con la verdad. Y él, aún sin comprenderlo del todo, no había sabido qué hacer.
—¿Señor? —La voz de Samuel, interrumpiendo la quietud, hizo eco en la habitación—. ¿Está bien?
Adrián no respondió de inmediato. Se quitó el reloj y lo dejó sobre la carpeta, como si