*Bzzzzzt. Bzzzzzt.*
El teléfono de Rafael, apoyado en el salpicadero del coche robado, vibró contra el plástico duro.
En el silencio sepulcral de la cabina, el sonido fue tan violento como un disparo.
Elena y Rafael se quedaron inmóviles. El motor estaba apagado. La lluvia golpeaba el techo con un ritmo monótono y lúgubre, aislando el vehículo del resto del mundo. Estaban aparcados en una zona industrial oscura, lamiéndose las heridas, tratando de procesar la magnitud de su derrota y el pequeño triunfo del USB plateado que Elena apretaba en su mano sana.
*Bzzzzzt. Bzzzzzt.*
La pantalla se iluminó, proyectando una luz espectral azul sobre el rostro cansado de Rafael.
**NÚMERO DESCONOCIDO.**
—No contestes —dijo Rafael, con la mano cerca de la pistola en su cinturón—. Han rastreado la señal. Saben dónde estamos.
Elena miró el teléfono. Sintió un frío que no venía de su ropa mojada.
—No nos están rastreando, Rafael. Nos están llamando.
Elena extendió la mano. Sus dedos temblaban ligeramen