La pantalla de la vieja laptop de Rafael era la única fuente de luz en el cibercafé clandestino donde se habían refugiado. El brillo azulado le daba a su rostro un aspecto cadavérico, acentuando la cicatriz de su ceja y las ojeras profundas de días sin dormir.
—Marcus Thorne —leyó Rafael. Su voz era un susurro grave, cargado de disgusto—. Alias operativo: "El Cirujano".
Elena se inclinó sobre su hombro, ignorando el olor a tabaco rancio y sudor que impregnaba el local subterráneo.
—¿El Cirujano? —preguntó ella—. ¿Era médico?
—No —Rafael tecleó una línea de código para saltarse un firewall militar—. Le llamaban así porque sabía exactamente qué cortar para que un hombre hablara sin matarlo.
Una foto apareció en la pantalla. Era una imagen de archivo, granulada, tomada con un teleobjetivo.
Marcus Thorne llevaba uniforme de camuflaje del desierto. Estaba de pie junto a un Humvee calcinado. No sonreía. Miraba a la cámara con esos mismos ojos muertos que Elena había visto en el dibujo de Mí