Me levanté del sofá resoplando, preguntando ¿qué narices quería Mario ahora de mi?. Me acerqué hasta la puerta de su despacho, abriendo sin llamar ni esperar a que me diera paso, una vez dentro Mario estaba sentado en su gran sillón, mirándonos los dos fijamente a los ojos.
—- Ya estoy aquí, ¿qué quieres? — pregunte enfadada.
—- Cierra la puerta y acercate a mi — me contestó muy frío.
Cerre la puerta de su despacho, acercandome lentamente a donde estaba mi esposo sentado, una vez que estaba a su altura, se levantó de su sillón, me cogió de la cintura y me giró tumbando mi cuerpo encima de su mesa del despacho.
—- ¿Qué vas a hacer? — le pregunté mientras escuchaba como se quitaba el cinturón de su pantalón.
Intenté ponerme de pie, pero puso una de sus manos en mi espalda no dejando que me enderezara.
—- Te mereces un castigo, no quiero que nadie toque lo que es mio y me pertenece, deberías de haberte quedado en casa esperando mi regreso, “” ZAS “” sentí el calor del cuero de su cinturó