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2/ FIRMANDO EL DOCUMENTO

Me quedé mirando fijamente al asistente del Ceo, ya que tenía una voz suave y calmada. Parecía que estuviera muy seguro de lo que me estaba comentando, lo que le daba una especie de calidez y me hacía sentirme algo más segura y me daba algo más de confianza, por si debía decir o comentar alguna situación que me estuviera incomodando. Cogí el documento y con un pulso firme, estampe mi firma ante la mirada simpática de Reed, mientras me seguía hablando  

—Quiero que advertirle, señorita Donovan, que mi jefe la llevará a los tribunales si usted incumpliera lo términos de esta cláusula, ya que en esta reunión se van a entablar asuntos que son personales y sensibles, pero también podrían dañar la reputación de mi jefe y por supuesto la de usted, quiero que eso lo tenga muy presente Keira —Me dijo, haciendo después una pequeña pausa—. A lo que me refiero,  es que usted podría ir a la cárcel si comparte el más mínimo detalle de esta reunión o de los documentos que acaba de firmar, por supuesto que habrá dos copias, una para usted y otra para mi cliente y por supuesto también eso podría acarrear alguna sanción en contra de mi jefe —dijo, y se veía muy nervioso. 

—Gracias por informarme señor Reed, pero yo pensaba que tan sólo era una entrevista de trabajo, ya que si el señor O'Brien, decide aceptarme como la niñera de su hijo, ese será solamente mi trabajo —- le dije algo incrédula. 

—No solo se trata de que sea la niñera del hijo de mi cliente… quiero que sepa, que también nosotros vamos a salvaguardar su privacidad, tanto la suya como la de mi jefe, por eso son estos documentos, espero que lo entienda así, Keira —Está vez su voz era cortante y su rostro se tornó algo serio. 

Reed no me dijo nada más, sonriéndole yo con algo de nerviosismo mientras miraba el documento que tenía delante y que acababa de firmar. 

—Gracias señorita Donovan, —dijo el abogado, recogiendo el documento y guardándolo en una de las carpetas que había encima de la mesa. 

—¿Quiere tomar alguna bebida, café, té o algún refresco? —Me ofreció Reed. 

—No, gracias estoy bien, si ustedes desean tomar algo, no se preocupen por mí —respondí. 

—Tenemos entendido que usted es de Nueva York y además ha trabajado de niñera en la casa de un senador muy importante desde que sus padres fallecieron en un accidente de coche —intervino entonces Alfred. 

—Si es verdad, pero cuando el senador Williams y su esposa se iban a divorciar, decidí que no podía quedarme en esa casa ya que su esposa se iba a trasladar a otra ciudad —Le dije intentando que no descubrieran la verdad del porqué decidí irme de esa casa. 

—Va a estar muy bien en la casa del señor O”Brien, aunque su hijo es como todos los niños de cuatro años, un trasto pero es muy simpático y cariñoso —Me comentó Reed. 

—Señor Reed, le puedo hacer una pregunta —dije entonces. 

—Cualquier duda que tenga señorita Donovan, cuente conmigo para ayudarla —respondió en tono amable.

—Ya he firmado el documento que me ha dado, pero me gustaría que me comentaran ¿Cuál es el verdadero propósito de esta reunión? ya que solo esperaba una entrevista para ser la niñera de un niño pequeño —pregunté de forma directa. 

Los dos hombres me miraron con una expresión tranquilizadora, aunque yo seguía estando muy nerviosa. 

—No hay ningún motivo Keira, mi jefe solo desea darle la oportunidad de que le conozca y hablar profesionalmente con usted, vamos lo que se dice, conocerla un poco más antes de que su hijo la vea  —explicó Reed. 

—¿Conocerme más? —esgrimí— si solo voy a ser la niñera de su hijo, y por lo que veo al señor O”Brien no lo voy a ver, se nota que es un hombre muy ocupado por el tiempo que llevamos esperando —respondí. 

Aunque mi corazón en ese momento me dio un vuelco al ver acercarse a aquella sala a un hombre alto, de pelo negro, con unos impresionantes ojos verdes, pómulos fuertes y un gracioso hoyuelo en su barbilla, deteniéndose por un momento en la puerta de aquella Sala de Juntas, mirando unos papeles que tenía en sus manos. 

—Señorita Donovan, encantado de conocerla me llamo Jerry y soy el subdirector de esta empresa —dijo el hombre, ofreciéndome de forma caballerosa su mano. 

Yo también le ofrecí mi mano, pero sin sonreír, ya que no podía apartar mi mirada de aquel hombre tan bien vestido, apuesto, pero demasiado serio. Me encontraba en ese momento algo confusa, preguntándome cómo un hombre así podía tener un hijo, ya que se le veía de carácter fuerte, rígido y parecía que solo le importaba y vivía para su empresa.

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