GRECIA
La villa estaba envuelta en un aura distinta. Una expectación suave, pero tensa. Cada rincón parecía contener la promesa de algo trascendental. Desde temprano, el personal iba y venía, ultimando detalles, recogiendo vestidos, alisando camisas, cerrando maletas de terciopelo con joyas que valían fortunas. Y en el centro de todo, Sofía estaba en su habitación, rodeada de opciones… y de dudas.
Cuatro vestidos colgaban frente a ella, cada uno más impresionante que el otro. Uno de terciopelo borgoña con escote profundo; otro plateado con transparencias sutiles y apliques que imitaban constelaciones; un tercero de seda esmeralda que realzaba el color de sus ojos; y el último, el elegido por sus hermanas: un vestido negro de líneas limpias, corte sirena, espalda descubierta, cuello halter con pedrería artesanal griega. Elegante, sobrio, majestuoso.
—Este —dijo finalmente Sofía, deslizándose el vestido con ayuda de la estilista.
El material se adaptó a su silueta con una naturalidad q