La heladería Dulce de Cielo parecía suspendida en una burbuja de calma. El lugar estaba decorado con un aire bohemio y moderno: ventanales amplios, música instrumental de fondo y mesas con flores frescas. El aroma del café se mezclaba con el dulzor de la vainilla y la frambuesa, y entre todo ese ambiente sereno, Sofía se sentía ligera tal como siempre ocurre cuando esta con Catalina ya que la amistad es cura para el alma.
Catalina hablaba animadamente, contándole sobre un proyecto artístico que deseaba presentar en Italia, mientras saboreaban un helado de pistacho y otro de lavanda con limón.
—Me niego a creer que este sabor existe —dijo Sofía, sonriendo divertida mientras lo probaba.
— A veces eres retrasada—bromeó Catalina, acomodando sus gafas de sol sobre la cabeza—. Gracias a mí, tu paladar ha evolucionado.
Ambas rieron.
La conversación era fluida, los momentos agradables. Pero la paz tiene esa costumbre de romperse justo cuando uno empieza a confiar.
El sonido de unos tacones re