El sol de la tarde se filtraba con suavidad por los ventanales del dormitorio, acariciando las paredes en tonos neutros y dándole a la habitación un aire casi celestial. Sofía estaba sentada frente al tocador, con el cabello suelto y húmedo después de una ducha reparadora, mientras Ares dormía enroscado a sus pies y Doki masticaba con entusiasmo uno de sus juguetes favoritos.
En sus manos sostenía el móvil. Dudó por unos segundos, acariciando el borde del dispositivo. El corazón le latía con fuerza, pero esta vez no por temor, sino por esa ansiedad dulce que se siente cuando vas a compartir una noticia que cambiará la vida de todos.
Finalmente, respiró profundo y marcó el número de Alexandra primero. Segundos después, la pantalla cobró vida y el rostro de su hermana apareció, impecable como siempre, con su blazer azul medianoche y su cabello recogido en una coleta baja. Estaba en lo que parecía una sala de reuniones, pero al ver a Sofía, su rostro se iluminó de inmediato.
—¡Mi niña he