La luz de la Luna comenzaba a filtrarse a través de las cortinas del ventanal, tiñendo de un color palido la habitación. Un leve susurro de viento acariciaba la tela, creando un vaivén casi hipnótico. Los párpados de Sofía se movieron levemente antes de abrirse por completo. Parpadeó un par de veces, confundida, como si hubiese despertado de un sueño demasiado dulce… o demasiado peligroso.
Y entonces lo sintió.
No estaba sola.
El calor a su lado, el peso de un brazo masculino sobre su cintura, el ritmo suave y controlado de una respiración que no era la suya. Naven Fort.
Se giró con sumo cuidado, no queriendo despertar a quien todavía parecía atrapado en un sueño profundo. Su rostro estaba tan cerca que podía ver con claridad la línea fuerte de su mandíbula, la sombra tenue de la barba, y los cabellos que caían suavemente sobre su frente. Dormido, Naven parecía más joven, menos intimidante… más humano.
Sofía contuvo la respiración por un instante.
Recordaba. Recordaba cada roce, cada