El reloj del mediodía marcó la llegada de la hora del almuerzo, y con ella, la atmósfera que hasta entonces había sido casi íntima entre Sofía y Naven se quebró con la llegada de voces, pasos, y una presencia inesperada.
Naven se levantó del banco del jardín con su habitual elegancia y porte de mando, y Sofía lo imitó, aunque más lentamente, como si presentara resistencia a abandonar ese pequeño refugio de calma que habían compartido bajo el sol.
—¿Querés comer conmigo? —preguntó él de forma directa.
Sofía lo miró con los labios entreabiertos. Iba a responder algo, pero el sonido de la puerta principal del jardín abriéndose le robó las palabras. Ambos giraron la cabeza en la misma dirección.
Axel y Geraldine estaban entrando, con paso ligero y conversación animada, pero lo que realmente alteró el ambiente fue la presencia que los acompañaba. Brenda.
La mujer caminaba segura, con el cabello perfectamente peinado, su ropa impecable, y esa aura sofisticada que parecía seguirla siempre co