Adri
—¿Qué? ¿Acabas de pedirme que deje a mi novio?
—No te lo pedí. —Cerró la distancia entre nosotros en un solo movimiento fluido, obligándome a inclinarme hacia atrás—. Lo espero de ti.
Di un paso atrás para poner espacio entre los dos.
—¿Estás loco?
—Puede ser. —Se inclinó lo suficiente como para que me llegara el aroma de su colonia cara—. Pero si crees que aquí tienes opción, la loca eres tú.
—No voy a dejar a mi novio por un solo error.
—Sí lo harás. Y lo harás.
—Diego. —Pronuncié su nombre como una maldición, llevándome la mano al cabello—. ¿Te volviste completamente demente?
—Probablemente. —Dejó caer una tarjeta en mi palma—. Llámame. Vendré corriendo.
Miré la tarjeta, con la habitación girando a mi alrededor.
Una noche estúpida capaz de prenderle fuego a mi vida en Ciudad de México. Había sangrado por esta carrera; no iba a permitir que nada la arruinara.
El veneno de Diego Morales, me dije.
Aléjate.
—No puedo. —Agarré la perilla de la puerta, pero la mano se me que