Desde el helicóptero, Darío descendió con paso firme, su presencia marcando un contraste entre la tensión que impregnaba el ambiente y la aparente tranquilidad con la que caminaba. Al acercarse a Skiller, chocó su mano con fuerza, su sonrisa irónica iluminando momentáneamente el momento.
—¡Cuñado! Daesa me pidió que te recuerde que tienes una luna de miel pendiente. Ya no hay excusas — dijo Darío, con un tono cargado de camaradería.
La mención de Daesa logró suavizar la mirada de Skiller, quien suspiró con una mezcla de nostalgia y gratitud.
—Tienes razón, Darío. Es hora de cumplir esa promesa — admitió, mientras se rascaba la nuca.
Darío asintió, su expresión volviéndose más seria al mirar hacia la espesura del bosque.
—¿Y qué pasa con ese cazador? El tal Steven. Apenas me vio, se giró y se marchó con Aisha, tu prima.
La mención de Steven hizo que Skiller frunciera el ceño. Había algo en el cazador que siempre le había resultado desconcertante, una mezcla de misterio y peligro que lo