Epílogo: El Nuevo Amanecer
Un recuerdo, un grito en la luna roja, un medallón que se abre solo, o la sensación de que alguien más la observa.
El cielo comenzaba a despejarse tras el enfrentamiento final.
En el corazón de la ciudad en ruinas, Aisha sostenía el cuerpo inerte de Sanathiel, mientras la primera luz del amanecer bañaba su rostro.
—Te prometo que tu sacrificio no será en vano, lobo blanco —susurró.
Sus palabras se fundieron con las lágrimas que caían, silenciosas.
Sanathiel, completamente desvanecido, se llevaba consigo la esencia de los Nevri, dejando tras de sí un recuerdo imposible de borrar.
Mientras las lágrimas de Aisha se perdían en el viento, las sombras comenzaban a avanzar.
Los vampiros, ahora señores de lo que quedaba, se esparcían como una plaga.
El último pulso de energía sagrada apenas resistía, sosteniendo un frágil hilo de esperanza para los pocos que aún permanecían ocultos.
A lo lejos, Varek observaba en silencio.
Su mirada melancólica se detuvo en la