"El aire en la celda era tan espeso que parecía que respiraba sombras vivas, un peso invisible aplastando su pecho. Cada segundo, la oscuridad cobraba más fuerza, envolviéndolo como una prisión sin fin."
En su mente, Rasen flotaba en un mar de sombras. Frente a él, Sariel emergió envuelto en una niebla oscura.
—Siempre lo mismo, ¿no? —su voz resonó como un eco burlón en el vacío—. Luchas, amas, pierdes... y al final, siempre regresas a mí. Al abismo del que nunca escaparás.
Rasen alzó la mirada, con furia y desesperación.
—No tienes idea de lo que ha pasado.
Sariel rió con amargura.
Justo cuando creía que todo iba bien, sariel no escatimo en dejar que aquella lanza de punta metálica atravesase a Varek, dejándolo anonadado. Sin embargo, al pensar en lo peor, se arrancó el hierro que atravesaba su pecho con un movimiento brutal, su mirada fija en Sariel. La sangre manchó el suelo, pero su expresión no cambió. Su voz, cargada de una calma helada, resonó en la habitación:—Este legado maldito de la familia es muy nuestro problema. Deja fuera a esa mujer Sariel.Por un instante, Sariel titubeó. Sus ojos negros destellaron con un matiz incierto, pero la vacilación desapareció tan rápido como había llegado. Su mirada se detuvo en el camafeo que colgaba del cuello de Varek, el cual contenía la imagen de Aisha. Su sonrisa se ensanchó
Entre el humo, Salomón cobró su deuda: golpeó a Varek sobre su herida en el pecho, dejándolo inconsciente. Rasen cayó de su espalda y, sin perder tiempo, lo arrastró hasta la celda. Bajo la mirada atenta de los demás, aseguró sus brazos y piernas con grilletes.Varek despertó en silencio, con la sangre seca en la nuca como único rastro de lo ocurrido. Sus heridas ya habían sanado, lo que dejó atónito al lobo de ébano.—¡Sariel! ¿Dónde está? —rugió Varek, su voz cargada de furia y desesperación—. Si lo alejas de mí, cometerás un error fatal.
Dentro de la cabaña contigua, el aire era espeso, casi irrespirable. Las esporas azules que rodeaban el cuerpo de Rasen se extendían como un manto, iluminando débilmente las paredes de madera deteriorada. Sanathiel y Skiller lo mantenían sujeto contra el suelo, sus esfuerzos titánicos apenas bastaban para contener la fuerza desatada que emanaba de su cuerpo.—Esto no está funcionando —gruñó Skiller, con el rostro bañado en sudor—. Está luchando contra nosotros, pero también contra algo más.Sanathiel, con los ojos fulgurando como dos llamas, apretó los dientes.—No es Rasen qu
Skiller corría a través del bosque con Aisha en sus brazos, sus pasos firmes pero veloces como un susurro entre los árboles. Su habilidad sobrenatural lo mantenía un paso adelante del caos que se cernía sobre ellos.El tiempo pareció quebrarse, cada hoja en el aire quedó suspendida como si una fuerza invisible hubiera detenido el mundo. Un escalofrío recorrió su espalda.El bosque se desvaneció a su alrededor sin previo aviso. El aire se tornó denso, cargado de un hedor metálico. La luz roja vibraba, latiendo como si el mismísimo suelo respirara. A lo lejos, un gruñido primigenio reverberó, como si algo más que las llamas aguardara en la penumbra.El suelo bajo sus pies se desplomó de repente, arrastrándolo a un abismo sin fin. A su alrededor, un laberinto de llamas azules comenzó a formarse, su resplandor revelando pasillos interminables que ardían con furia ancestral.—Esto no es posible... —susurró Skiller, sintiendo el peso de una voluntad ajena presionando su mente, como si algo,
Aisha sintió cómo la presión del aire a su alrededor disminuye. Aunque su cuerpo aún estaba débil, sus pasos comenzaron a recuperar firmeza. Skiller intentó detenerla, su voz teñida de preocupación.—¡Aisha, no puedes ir sola! —gritó mientras ella avanzaba, apartándose con una mirada decidida.—Si no regreso, Sanathiel y Varek morirán. Y eso no lo permitiré.La determinación en su voz fue un golpe seco. Skiller se quedó inmóvil, incapaz de replicar. Aisha corrió hacia las imponentes puertas al final del pasillo. Las p
El fuego azul crepitaba alrededor del cuerpo de Sariel, iluminando la oscuridad con un resplandor abrasador. Su figura se tambaleó antes de caer de rodillas, la energía desbordante quemando incluso el suelo a su alrededor. Sanathiel y Varek intentaron acercarse, pero Sariel levantó una mano. Desde las profundidades del suelo, gruesas cadenas de oscuridad emergieron, atrayendo a sus hermanos como presas atrapadas en una trampa inevitable.Los ojos de Sariel destellaron rojos, pero en su expresión apareció algo más. Por un breve momento, Rasen emergió. Su rostro mostró desesperación, como si estuviera atrapado en un torrente de emociones opuestas. Entonces, la voz de Sariel resonó, entremezclada con la de Rasen, como si fueran uno solo.—Finalmente... completo. —El tono era una mezcla de satisfacción y agonía.Sariel movió sus dedos, y las cadenas que aprisionaban a Varek se apretaron con una fuerza brutal, haciéndolo caer de rodillas.—Siempre has intentado detenerme, hermano. Pero est
El calor del fuego azul lo llenaba todo, retumbando en el aire como una tormenta viva. Las paredes del lugar, ya agrietadas por la presión del caos desatado, comenzaron a desmoronarse mientras las figuras de Sariel y Varek se alzaban como titanes en un enfrentamiento final. Sanathiel y Salomón, que hasta ese momento habían luchado con ferocidad, se vieron obligados a retroceder cuando Varek levantó una mano en señal de alto.—Lo siento, hermano, pero esta pelea... es mía. —La voz de Varek resonó con un eco sobrenatural, mezclada con dolor y determinación.Antes de que Sanathiel pudiera detenerlo, Varek se impulsó hacia Sariel. Su espada, bañada en su propia sangre inmortal, atravesó el pecho de Sariel. La oscuridad que envolvía el lugar pareció encogerse, cediendo momentáneamente, pero en el último instante, Sariel se tambaleó y la oscuridad volvió a expandirse como una bestia herida. Varek, atrapado en el colapso de su enemigo, lo sostuvo en sus brazos mientras ambos descendían al su
La oscuridad lo cubría todo. El sol no se alzó aquella mañana, y Sanathiel, con los ojos clavados en el horizonte, sintió el peso de la pérdida como un golpe en el pecho. Varek había caído, y con él, la última barrera que separaba al mundo humano del caos absoluto.—El día no llegará, —susurró, su voz un eco entre los suspiros de los Nevri a su alrededor.Aullidos desgarradores rompieron el silencio. Bestias surgían de todas partes, criaturas descomunales con piel pegada a sus huesos y ojos rojos como brasas, mientras los chupasangres creados por la comunidad de los Trece se lanzaban sobre todo ser vivo a su alcance. Desde las sombras, Darían, el estratega detrás de la invasión, observaba con una sonrisa.—Todo se lleva como se planeó. Fase final. —Su voz resonó, sus órdenes movilizando a las hordas.El caos envolvía al mundo humano. Ciudades ardían, los gritos de los inocentes se entremezclaban con el rugido de las bestias. Sanathiel sabía que este era el fin, a menos que actuará.S