Me quedé observando cómo hablaba, embelesado en su propio relato, con esa mezcla tan única entre fascinación y certeza peligrosa. Como si todo lo que contaba no fueran secretos milenarios, sino verdades tan cotidianas como el sol que se ponía tras la ventana de auto.
—Entonces… ¿cuántos clanes existen realmente?
La pregunta salió antes de que pudiera detenerla. Ahora estábamos en una cafetería pequeña y acogedora, en la esquina de Lizardi con Tobías, donde las luces cálidas hacían parecer que el mundo afuera no podía alcanzarnos. Había caído la noche y era casi como estar dentro de una dimensión paralela. Aunque, en ese momento, comencé a sospechar que tal vez todo Sira lo era.
Lucien apoyó los codos en la mesa y entrelazó las manos, como si lo que iba a decir no pudiera tomarse a la ligera.
—Depende de qué criaturas estés preguntando. Pero si hablamos de vampiros —su voz bajó apenas, como un conjuro—, existen tres clanes ancestrales. Los pilares de todo nuestro linaje.
Lo observé con