Desde aquella conversación con mi madre, cada silencio en casa se volvió más pesado, más denso. Era como si nuestras palabras no hubieran sido suficientes para cerrar la grieta que se había abierto entre nosotras. Una grieta que, lejos de cerrarse, se expandía con cada minuto de silencio.
Habíamos hablado, sí. Pero no lo suficiente. Ella creyó que al darme una verdad a medias, podría sellar la curiosidad que me carcomía desde pequeña. Mudanzas constantes, instrucciones vagas, pesadillas que nunca comprendí del todo. Mi vida siempre fue un rompecabezas sin imagen de referencia. Ahora, aunque tenía algunas piezas nuevas, también me daba cuenta de que el cuadro era más oscuro y complejo de lo que había imaginado.
¿Entonces mi verdadero apellido es Auranox
Pronunciarlo en mi mente me producía una extraña vibración, como si la palabra tuviera un eco antiguo que resonaba más allá del tiempo. Como si no fuera del todo mío. Mi madre dijo que era el apellido de mi padre, un hombre que no podía