La casa estaba en silencio, apenas interrumpido por el tic-tac suave del reloj de péndulo en la sala. Orión dormía hecho un ovillo en el sillón, ajeno a la tensión que se respiraba como un gas invisible y denso. Las luces tenues del recibidor estaban estratégicamente puestas para crear la ilusión de tranquilidad y ausencia. Parecía que todo estaba en orden. Que yo estaba dormida. Que la casa era segura.
Pero nada estaba en orden.
Y yo no estaba dormida.
Los documentos estaban sobre la mesa: el certificado de nacimiento original, las copias de los archivos clasificados, las anotaciones impresas de la dark web, y, por supuesto, la fotografía que lo cambió todo. Esa imagen que Shannia había guardado con tanto recelo. Esa imagen donde ella aparecía con un hombre de mirada penetrante y sonrisa apenas contenida. Noem Auranox. El nombre que ahora ardía en mi cabeza como un fuego sordo, oscuro.
Las llaves giraron en la cerradura hasta escucharse un suave click. Me mantuve firme, sentada e