La mansión de Magnus se erguía imponente bajo la luz del alba, con su estructura de madera y piedra irradiando fortaleza y autoridad, Malakai respiró profundamente antes de cruzar el umbral, tratando de calmar a su espíritu de lobo, su plan era simple, usar la excusa de hablar con Magnus para poder ver a Natalie y comprobar que se estaba recuperando, su pecho se apretaba al pensar en ella, pero sabía que debía mantenerse firme, Natalie no comprendería si de la noche a la mañana el cambiara de opinión y la abordara como si fuese su pareja, como si la humillaciones recibida por él fueran halagos, sin contar que aun no sabia que decirle a Magnus para no desencadenar una lucha.

Al tocar la puerta, fue Nilda, quien le abrió la puerta, como siempre, y como siempre que él visitaba el hogar de Magnus, la mujer, con su cabello recogido y mirada picara, sonrió al verlo, adoptando ese tono coqueto que tanto le irritaba.

—Malakai, siempre es una delicia verte por aquí tan temprano, —dijo Nilda, i