Magnus la esperaba en la entrada de la mansión a su pulga, su postura tranquila, con un aura paternal, mientras dentro de la mansión, dos cafés humeaban en la mesa de la sala, el aroma inundaba el espacio con una calidez que contrastaba con el aire fresco de la tarde.
Una vez dentro, el viejo lobo no preguntó el motivo por el cual la joven había bajado antes de que el vehículo alcanzara la entrada; no tenía necesidad de hacerlo, pues supuso que Malakai tenía cosas que hacer o que Natalie simplemente deseaba estirar las piernas, porque nada en la postura de su pulga, le hizo pensar que estaba enfadada.
— ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó Magnus mientras le servía un poco más de café.
Natalie tomó el suyo y le dio un sorbo antes de responder, tratando de ocultar el torbellino de emociones que aún revoloteaban en su interior, Malakai la inquietaba, más que eso, Malakai se estaba convirtiendo casi en una obsesión, incluso estaba segura de que le causaría bipolaridad, porque, así como deseaba