Nunca imaginé que dejar mi pequeño pueblo para estudiar una carrera universitaria cambiaría mi vida tan drásticamente. Creí que me estaba embarcando en una aventura de aprendizaje y crecimiento personal, pero pronto me encontré atrapada en un campus donde la ley del más fuerte parecía ser la única regla vigente. La situación no me hacía ni un poco de gracia, especialmente cuando un imbécil problemático de apariencia atractiva intentaba detenerme cada vez que me metía en sus asuntos. Tenía mis razones para involucrarme. Había sido testigo de múltiples actos extraños y perturbadores, y nadie parecía dispuesto a darme una explicación. Mi curiosidad, mi necesidad de entender, me impulsaban a seguir adelante. No soy muy buena para quedarme quieta cuando algo no tiene sentido. Sin embargo, cometí un error, un grave error, cuando en una noche de intensa lluvia y con la luna llena vi algo que jamás olvidaría.
Leer másNunca imaginé que mi primer día en la universidad sería tan caótico. Mientras caminaba por el campus con mi mapa arrugado, tratando de encontrar el edificio de ciencias, me di cuenta de que todo esto era mucho más grande de lo que había esperado. Las personas iban de un lado a otro, hablando, riendo, como si ya pertenecieran a este sitio, mientras yo me sentía completamente fuera de lugar.
Venir de un pequeño pueblo a una ciudad grande y bulliciosa era abrumador. No conocía a nadie aquí, y estar completamente sola me hacía sentir vulnerable. Todo lo que había conocido estaba a kilómetros de distancia, y aunque había estado emocionada por este nuevo comienzo, ahora solo sentía un nudo en el estómago.
Finalmente, encontré el aula 203 y entré justo antes de que el profesor comenzara la clase. Busqué un asiento libre y me senté, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, eso fue imposible cuando una figura alta y oscura se plantó frente a mí.
—Ese es mi asiento —dijo con voz grave.
Levanté la vista y me encontré con unos ojos azules intensos que me miraban con desdén. El chico que estaba frente a mí parecía sacado de una película: chaqueta de cuero, cabello desordenado y una actitud que gritaba "problemas".
—No veo tu nombre en él —respondí, tratando de mantener la compostura.
Una sonrisa arrogante se dibujó en sus labios mientras se inclinaba hacia mí.
—Lucas —dijo, como si eso explicara todo.
Le miré con una expresión de incredulidad y levanté una ceja, como diciendo "¿y eso qué?". Él pareció encontrar esto divertido, porque su sonrisa se amplió.
—Tienes razón, el nombre no importa cuando todo el mundo sabe que me siento ahí.
Rodé los ojos y me levanté, buscando otro asiento. Sin embargo, antes de que pudiera moverme, el profesor entró en la sala y comenzó a hablar.
El tal Lucas se sentó a mi lado con un gesto desafiante, como si estuviera marcando territorio. Su mirada intensa se clavó en la mía y me sentí como si estuviera bajo escrutinio. Traté de ignorarlo, centrando mi atención en los apuntes del profesor, pero su presencia era como un imán que atraía mi curiosidad y mi molestia por igual.
Después de una clase bastante aburrida, finalmente sonó la campana liberadora. Me apresuré a guardar mis cosas, decidida a salir de allí lo más rápido posible. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso más, Lucas bloqueó mi salida con su cuerpo musculoso y una sonrisa socarrona en el rostro.
—Así que eres la nueva —dijo con tono burlón, como si estuviera disfrutando de mi incomodidad.
—No necesito que me lo recuerdes —respondí con firmeza, encontrando el coraje para enfrentarlo.
Lucas se inclinó un poco más cerca, con sus ojos azules brillando con malicia.
—Entonces deberías aprender rápidamente las reglas de este lugar. No todos te darán la bienvenida tan amablemente como yo lo hago —susurró, con un tono que era más amenaza que advertencia.
Me quedé mirándolo, confundida y un poco inquieta por la tensión subyacente en sus palabras. ¿A qué se refería?
Él pareció notar mi desconcierto, y una sonrisa ladina se extendió lentamente por su rostro.
—Ten cuidado—dijo con voz suave pero cargada de advertencia.
Sin decir más, se apartó y caminó hacia la salida, perdiéndose entre la multitud de estudiantes.
Dios, si todos los chicos en este campus fueran como él, entonces definitivamente estaría en problemas. No toleraba a los idiotas que se creían superiores y que disfrutaban haciendo sentir a los demás incómodos.
Me ajusté la correa del bolso sobre mi hombro y rápidamente salí de allí. El campus seguía siendo un laberinto para mí mientras caminaba hacia mi próxima clase. Los estudiantes charlaban animadamente entre ellos, algunos parecían conocerse de toda la vida, mientras que otros, como yo, parecían un poco perdidos en medio de la multitud, sin embargo, algo captó mi atención: en una mesa lejana, un grupo de personas me observaba. No pude evitar sentir sus miradas fijas en mí mientras pasaba, como si estuvieran evaluándome.
Llevaba apenas unas horas aquí y ya estaba empezando a arrepentirme de haber dejado mi pequeño pueblo. Lucas y su actitud arrogante eran solo la punta del iceberg de lo que parecía ser un ambiente hostil y desconocido.
Me dirigí hacia el edificio de humanidades, el camino parecía interminable, y mi mente seguía dándole vueltas a todo lo que había pasado hasta ahora. Justo cuando estaba a punto de entrar, algo más captó mi atención.
Cerca de la entrada, dos chicas estaban riéndose a carcajadas. Al principio, pensé que simplemente estaban bromeando entre ellas, pero pronto me di cuenta de que no era así. Estaban dirigidas a otra estudiante, una chica delgada con gafas y el cabello recogido en una coleta desordenada. Ella estaba visiblemente incómoda, con su rostro enrojecido mientras intentaba apartarse de las burlas.
Sentí una punzada de empatía y rabia al mismo tiempo. ¿Este era el tipo de ambiente al que me había metido?
Sabía que no era asunto mío, así que intenté pasar desapercibida y continuar. Sin embargo, antes de que pudiera avanzar, una de las chicas, la más alta y con el cabello rubio platino, me llamó con un tono burlón.
—Oye, tú, ¿te crees demasiado buena para unirte a nosotras? —dijo con una sonrisa despectiva.
Me detuve en seco, sintiendo sus miradas clavadas en mí como dardos afilados. No sabía cómo responder. ¿Debía ignorarlas y seguir caminando, o enfrentarlas directamente?
Antes de que pudiera decidir, sentí un fuerte tirón en mi mochila. El impulso me hizo retroceder un paso, desequilibrada.
Giré bruscamente, sintiendo una mezcla de sorpresa y enojo brotar en mi interior.
—¡¿Qué te pasa?! —exclamé, mirando fijamente a la chica rubia que había agarrado mi mochila.
Ella y su amiga se miraron entre sí con una mezcla de diversión y malicia. La chica rubia dejó escapar una risa burlona antes de responder.
—Relájate, solo queríamos darte la bienvenida adecuadamente —dijo manteniendo una sonrisa que parecía más una mueca de desdén.
Respiré profundamente, tratando de controlarme, pero las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.
Mis ojos se abrieron de par en par, el corazón me martillaba en el pecho, y mi cerebro gritaba que esto era una locura. Pero él no apartaba la mirada, y esa maldita sonrisa desafiante seguía ahí, como si supiera que, a pesar de todo, yo no iba a detenerlo.El mundo entero pareció detenerse en el momento en que sus palabras se filtraron a través del ruido blanco en mi cabeza."Déjame besarte"Era lo último que esperaba escuchar de él, lo último que tenía sentido en medio de todo esto. Pero ahí estaba, mirándome como si no hubiera ninguna duda en su mente de lo que quería hacer. Y eso, por supuesto, solo me enfureció más.—¿Qué demonios te pasa? —espeté, tratando de empujarlo de nuevo, pero sus manos se mantuvieron firmes en mis caderas, inmovilizándome.Su cercanía era asfixiante, y el agua alrededor de nosotros era una prisión líquida que no me dejaba escapar.—Nada —respondió tan despreocupado que aumentó mi irritación—. Solo que ya no quiero seguir fingiendo.—¿Fingiendo qué, exacta
No sé cómo lo conseguí, pero de alguna manera logré apartarlo de allí. El ambiente era asfixiante, y no podía dejar que esa discusión, que ya comenzaba a atraer miradas indiscretas, escalara aún más. Notaba a la gente observándonos con una curiosidad incómoda, ysentí cómo mi paciencia flaqueaba ante la presión de ser el centro de tanta atención inesperada.Lucas, por supuesto, no facilitó las cosas. Con esa actitud despreocupada y altanera que parecía ser su marca personal, sugirió un "atajo" para alejarnos del bullicio. Como si tuviera algún tipo de autoridad en la situación, me dirigió hacia un sendero bastante iluminado y solitario que bordeaba el lago, un camino que parecía llevarnos al otro extremo del mundo.—¿De verdad crees que este es el mejor lugar para hablar? —pregunté, mientras trataba de no tropezar con las raíces de los árboles que sobresalían del suelo.Lucas iba unos pasos delante de mí, con sus manos metidas en los bolsillos y con esa postura relajada que parecía ig
Me quedé en silencio por un momento, observando a Lucas, y sin saber exactamente por qué, algo extraño se apoderó de mí. Él estaba allí, con esa actitud tan arrogante, pero había algo más que su actitud altiva. Su mirada parecía no dejar de perseguir cada uno de mis movimientos, como si estuviera esperando algo de mí, algo que no sabía si podía o quería dar.—No es de tu incumbencia —respondí, con la voz más fría que pude reunir, tratando de ocultar la sensación que había comenzado a burbujear dentro de mí.Sus ojos brillaban con una intensidad que hacía que mi pulso se acelerara sin razón aparente. Estaba claro que algo en la forma en que lo miraba, como si estuviera desentrañando cada rincón de mi ser, me afectaba más de lo que quería admitir.¿Qué era lo que realmente quería? ¿Estaba celoso? ¿O simplemente disfrutaba provocando la tensión entre nosotros?—Está bien, me gustaría que fuéramos a un restaurante italiano —dijo Manuel de repente, como si aquello de verdad fuera a ocurrir
—No hace falta que la humilles —escuché a mi lado una voz tranquila, aunque teñida de reproche.Me giré de inmediato, encontrándome con Manuel recostado despreocupadamente contra una mesa cercana, una bebida en la mano y esa expresión neutral que parecía usar como escudo.—¿Disculpa? —arqueé una ceja, utilizando mi tono afilado como una daga.Él tomó un sorbo de su vaso, dejando que el momento se prolongara antes de contestar.—Suficiente tiene con ser la… ¿cómo fue que lo dijiste? Ah, sí, la sirvienta de ese grupo —replicó con una calma exasperante, como si simplemente estuviera comentando acerca del clima.No pude evitar resoplar, la burla y la molestia estaban escapando de mis labios.—Creí que no sabías decir más de unas cuantas palabras —espeté, cruzándome de brazos mientras lo miraba con ira.Él esbozó una media sonrisa, esa que parecía estar a punto de soltar una risa o un pensamiento que nunca decía en voz alta.—Tal vez no hablo mucho —replicó, inclinando ligeramente la cabez
—¿Creen que me queda mejor el rojo o el naranja? —preguntó Carla, sosteniendo dos bikinis minúsculos con la emoción de quien cree que está por desfilar en una pasarela.Todavía no entendía cómo nos habíamos dejado convencer para acompañarla a ese lago perdido en medio de la nada, donde aparentemente todos los estudiantes iban a celebrar alguna tradición de la que yo ni siquiera me había enterado. Pero según la pelirroja, había una "gran fiesta", y eso era más que suficiente para lanzarse de cabeza.—El rojo está bien —respondió Sara con un tono tranquilo, sin apartar la vista del espejo mientras ajustaba su tankini.Tenía una habilidad única para verse increíble con un atuendo que apenas mostraba piel, equilibrando lo elegante con lo práctico.Yo, en cambio, había optado por algo en el medio: un conjunto de dos piezas que no llamaba mucho la atención, pero tampoco era completamente recatado. Era cómodo y pasaba desapercibido, justo lo que buscaba. Carla, sin embargo, era otro asunto,
—No quiero que me abofetees de nuevo, solo estoy reclamando mi premio —había dicho él.Y lo hizo tan bien que aún podía sentir el calor de sus manos en mis mejillas, su boca sobre la mía, y su lengua...—¿En qué estás pensando?La voz de Carla irrumpió como un balde de agua fría, arrancándome de golpe de aquel torbellino.Estaba tirada en mi cama, con la vista fija en el techo de nuestra habitación, intentando en vano borrar las sensaciones que se habían quedado grabadas en mi piel. Su proximidad, su mirada, todo.—¿Qué? —dije, sin moverme, aunque el tono algo agudo de mi respuesta la hizo levantar una ceja.Ella me miraba desde el borde de su cama con esa expresión suya que decía “te conozco demasiado para que me mientas”. Sabía que había notado mi distracción, pero no podía decirle la verdad. No podía contarle que estaba reviviendo cada segundo de lo que había sucedido con Lucas, como si mi mente se deleitara en torturarme.Lo peor de todo era que no sabía cómo sentirme al respecto.
Último capítulo