Podía escucharlo gruñir. A pesar de la música alta, su enojo se colaba entre los sonidos como un rugido salvaje.
—¿Y de mí...? ¿No te gustaría conocerme? Te hice una pregunta, respóndeme, hijo de perra—su voz me eriza la piel.
Me sujeta con fuerza del brazo.
No necesito verlo a la cara para saber que está ardiendo en rabia y celos. Siento el frío del cañón rozando mi hombro desnudo.
Me aterra.
Javier se rasca la garganta y palidece. Puede darse cuenta de que está en territorio enemigo.
—T-todo bien, hermano... solo hablábamos—balbucea, tratando de disimular que está a punto de huir.
Dante no contesta de inmediato.
—No soy tu hermano... ¿por qué besaste su mano?—pregunta con dureza.
—Yo... no sabía que ella estaba con a-alguien... Le pregunté si estaba sola y me respondió que sí...—
Hijo de puta.
Ahora Dante me matará a mí.
Dante ríe, pero su risa no tiene ni una pizca de humor.
Más bien una rabia contenida que me pesará en unas horas.
Porque conmigo no se contiene nada.
—¿Te dijo que