Nunca había visto a un ángel dormir... hasta que conocí a Sol.
Mi erección fue instantánea. Me sostuve la cabeza con una mano para observarla con devoción, como si verla me ayudara a entender por qué estaba tan jodidamente loco por ella.
Le toqué la nariz con la punta del dedo.
—Así que me gustas... —murmuré. Ya no podía seguir negándolo.
No quería verla llorar más... al menos, no de dolor. Solo de placer. De rabia, tal vez. Pero no de tristeza. Cuando se humilló pidiéndome perdón, entendí que realmente quería arreglar las cosas. Y por eso... no podía seguir castigándola.
De todos modos, me alegra que haya sido ella quien me tocó. Fue único. Inesperado. Irrepetible.
Mis emociones estaban atadas a las suyas, y aunque antes de salir de casa había sido un bastardo con ella...
—Eres más que especial para mí —le susurré, besándole con suavidad la mejilla.
Su olor se quedó impregnado en mi nariz. Me aferré a su cuello y la monté como un animal hambriento. Cada vez que cogíamos, me dolía el