Sembrando el caos

No puedo creer que mi cuerpo traidor se haya dejado manipular por este hombre obsceno...

Me arrepiento.

Y su voz retumba en mi oído, otra vez...

***

—Shhhh... muy bien —palpé su entrada nuevamente, empapando mis dedos sin pudor. Los llevé a mi boca y los lamí lentamente, saboreándola con descaro.

Ella ladeó la cabeza, claramente avergonzada.

—Mírame —ordené con voz baja.

Abrió los ojos con lentitud, temblando. Yo procedí a olerme los dedos, como un lobo oliendo a su presa.

—Hueles muy bien... —me separé de ella sin dejarle los ojos de encima.

—Sal de aquí, Sol —dije con voz baja, casi temblorosa.

Se levantó sin decir nada y caminó con lentitud hacia la puerta.

Me senté sobre la cama, con el pulso latiendo en los dedos, aún impregnados de su esencia.

Cerré los ojos un segundo, respirando su aroma otra vez.

Nunca había escuchado un gemido tan real.

Tan genuino.

Delicioso...

Y sobre todo... tan tierno, ñoño.

Probablemente hoy terminé de ganarme su desprecio, pero... valió
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