Muñeca de porcelana.

—¡Shhh! Cállate y coopera—

Su espalda choca contra su pecho. Siente el calor de su aliento rozándole la oreja, mezclado con el aroma a cigarro que se le impregna en la piel.

—Mami...— suplica, pero él se divierte de la escena.

Después de que son liberados por los hombres de Dante. Su madre corre hacia su padre sin siquiera mirarla.

Ni una palabra, ni un gesto de alivio o consuelo para su hija.

El rostro de la muchacha está destrozado, con las mejillas y la nariz encendidas por la agitación.

Su piel tan clara lo delata todo.

—¿Algo que decir antes de que se vaya conmigo?—

Su padre ya no puede hablar. Si sobrevive es un valiente.

—¿Ni siquiera una disculpa por usarla como conejillo de indias? Ni una despedida de "nos veremos pronto amada hija" ¿nada?— se ríe divertido por la situación.

—Y yo pensé que mis papás eran crueles— el único ruido de desesperación es el de ella.

Ninguno de sus padres dicen nada.

Se siente abandonada.

—Bien—

—Mamá...— La desesperación la hace gritar.

—Vete. Tu padre conseguirá el dinero— es lo único que escucha.

El tono seco de su madre la desarma por completo.

Mientras la sacan de casa a regañadientes, ella le muerde la mano con fuerza, tratando de liberarse, pero él ni se inmuta. En cambio, la empuja dentro del coche y cierra de un golpe. Se sienta a su lado mientras ella llora sin consuelo.

—D-déjeme ir por m-mis cosas, por lo menos...— lo mira aterrada.

—no necesitarás ropa. No estarás de vacaciones mocosa—

—No, no... yo... est-udio y quiero mis pin-turas y m-mis apuntes...—

—Me da igual lo que necesites. Cállate que tú voz es chillona— era mentira. De hecho tenía una voz firme y agradable.

Está demasiado afectada. Balbucea, la mandíbula le tiembla y un hipo se le atora en la garganta.

Grita con todas sus fuerzas temblando a punto de colapsar.

—Calla, por el amor a Dios mujer insolente— espeta exasperado.

Pero nada la detiene.

—¡DÉJAME IR, POR FAVOR, TE LO SUPLICO!—

—En serio no quería hacer esto, pero no colaboras con el orden y el silencio—

Ella voltea el rostro, pero apenas lo hace, una mano le cubre la nariz. El mundo se le nubla antes de caer en un profundo sueño.

Horas después:

—¡Mhm! ¿Premio o castigo? —suelto una carcajada, observándola tendida sobre la cama.

Le asigné una habitación amplia.

Es digna de admirar.

Toda una obra de arte.

Y un dolor de cabeza seguro.

—Señor, aquí están las cosas de la chica —informó alguien tras la puerta.

—Déjenlas ahí y preparen el viejo estudio —ordeno sin apartar la vista de ella.

Le pico la nariz con un dedo. Aún seguía enrojecida.

—No tenía idea de que los pagos podían ser tan bonitos y delicados... ¿Qué debería hacer contigo?—

No sabía qué era exactamente lo que me atraía. Pero estaba seguro de que no me gustaba.

No es mi tipo de mujer. Demasiado frágil, demasiado fina. A través de su piel puedo ver las venas de color.

La cara esta tan roja y las mejillas llenas de pecas.

Los labios son rojos sin tinta.

Ojos cafés profundos y cabello castaño claro, llega a media espalda. Creo que en la forma de su nariz se resume su belleza.

Aunque es delgada, no tiene mucho de nada, lo suficiente para sobrevivir, aún así no se ve tan mal.

La clase y la elegancia que refleja esta en un nivel que no encaja con mi mundo.

Mis gustos son más... sencillos, no tan estéticos ni tan irreales como se ve ella.

Si me tocara describirla...

Es una muñeca de porcelana.

***

Se sentó a su lado con un libro entre las manos, uno de esos que solía leer en sus momentos de calma. Eran historias de amor. Cada página contenía una distinta.

Él no creía en el amor. No lo buscaba. No tenía tiempo para eso.

Había crecido en un orfanato, abandonado por sus padres acabado de nacer.

A los quince años, se fugó y encontró refugio en la mala vida, hundiéndose en negocios ilícitos sin mirar atrás.

En cambio, ella...

Era la típica fresa que adorna el postre.

Ella; melodía armoniosa dónde bailan cisnes.

Él: una canción de rock.

Un gemido leve lo sacó de su lectura.

Ella se removió, frunciendo el ceño con un gesto de dolor. Su respiración se aceleró al abrir los ojos y encontrarse con los suyos.

El pánico la golpeó de inmediato. Se cubrió la boca con ambas manos y cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera desaparecer.

Él soltó una carcajada baja.

—¡Vaya! Ya despertaste, qué alegría— dice con sarcasmo.

—¿Por qué me trajo aquí?— murmuró, con la voz temblorosa.

—Bájate de esa cama y camina— ordenó, poniéndose de pie

—Quiero mostrarte las cosas que harás aquí.—

Ella tragó saliva.

—¿Hacer cosas...? ¿Qué tengo que hacer?—

—Vas a pagar mientras tu padre consigue mi dinero. ¿O creíste que ibas a tener lujos y comida gratis?— Su mirada se oscureció

—No, princesa. Aquí, todo se gana con trabajo. Esta no es tu casa.

La levanta de forma agresiva y ella tiembla temiendo lo peor.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP