Tu nuevo papá

Salen de la habitación y desde ya nota la sofisticación del lugar y lo amplio que es.

Pero eso no es lo que importa ahora, su vida está en juego y debe escapar si quiere sobrevivir.

—Te encargarás de atender mis necesidades—Frunce el ceño aterrada.

No podía creer que este hombre la fuera a

Esclavisar sexualmente.

—¿S-sus necesidades... sexuales?— él se ríe de sus palabras por lo inocente que fueron.

—¿Tan acostumbrada estás a pagar con sexo?— Su mandíbula se tensa, y baja la mirada con algo que no sabe si es vergüenza o rabia.

—¿O acaso me vas a salir con que eres virgen en pleno siglo XXI?— Sonrió con burla.

No responde. Y detesta que lo ignoren.

—Cuando te hable, tienes que responder. Ya veo que tendré que enseñarte modales— aquello la aterra. No quiere que le pegue.

—Lo siento...— se detiene alejándose un poco. Su voz es apenas un susurro.

____

—Nena, ¿por qué tan tímida?— Me inclino hacia ella, buscando su reacción.

Sus labios se presionan en una línea delgada, y me gusta. Me gusta verla incómoda.

—Levanta la mirada y mírame bien... Yo seré tu nuevo papá— mi mano acaricia su mejilla derecha.

—Deje de bromear...— Sus manos se aprietan en puños.

Sonrío y alejo mi mano.

La llevo a la cocina, donde Virginia, la ama de llaves, limpia en silencio.

—Virginia, ella es...— Hago una pausa, frunciendo el ceño.

—¿Cómo te llamas?— aún que ya sabía su nombre.

—Sol... Mi nombre es...— hace silencio.

La miro de arriba abajo.

—Sol... Debieron llamarte Frío. Eres bastante aburrida—

No dice nada. A simple vista parece educada, aunque no sé si por costumbre o por miedo.

—Virginia, ella se encargará de llevar la comida a mi mesa y limpiar el desastre que haga en las noches... Ya sabes. Tú solo ocúpate de lo demás. Desde ahora puedes irte en las tardes. Sol se encargará de dejar todo listo para tu regreso—

La tomo de la muñeca y la arrastro por la casa, mostrándole cada rincón.

—Esta es mi habitación. Solo entrarás cuando yo lo diga. Sin permiso, nunca—

La llevo al comedor, a la biblioteca, al área de lavado. Le muestro el jardín a través de la ventana... Abro una puerta y señalo el interior.

—Y este es mi cuarto de armas. Mi favorito—

Ella observa el lugar con cautela.

—Esta área la limpiarás tú... Una vez a la semana—

—¿Y si me hago daño...?— traga grueso.

—Es tu problema. —Me encojo de hombros

—Solo procura no manchar mis alfombras con sangre—

Mi teléfono suena.

—Sí... ¿Qué coño? —Mis dientes se aprietan con rabia

—Voy a matarlo justo ahora—

Cuelgo y paso una mano por mi cabello, conteniendo la ira.

—Vete a tu habitación y no salgas hasta que yo te lo pida—

Asiente y se aleja sin rechistar. Apenas desaparece de mi vista, marco otro número.

—Investiga la vida de la hija de Emiliano Thunder. Quiero un informe detallado, desde su nacimiento hasta ahora.— Salgo de casa.

***

Mis nudillos duelen con cada golpe contra su cara.

—¿Dónde está mi dinero?—

El tipo escupe sangre al conjunto de algunos dientes y sonríe con burla.

—Púdrete—

Suelto una risa seca y me quito el cinturón.

—Bien... Desnúdenlo.—

Su grito retumba en la habitación cuando la correa se hunde en su carne. Su espalda se arquea con el dolor, y el temblor en su cuerpo lo delata.

—¡Ahhhhhh! Lo aposté... ¡Aposté todo el maldito dinero y lo perdí!—

Saco un cigarro y lo enciendo con calma. Inhalo, suelto el humo lentamente y luego entierro la brasa en su mejilla.

—Qué asco me das.— un grito.

—Ustedes solo quieren riquezas apostando...— Mi risa es seca, burlona, sin una pizca de compasión.

Aprieto el cinturón en su cuello. Su pulso se vuelve errático, débil. La vida se le escapa en mis manos.

—Señor... Tal vez si lo dejaba vivir, hubiera pagado...—

—Las ratas no pagan. Nunca iba a pagar. Es un cobarde. Y para que no se quite la vida él, me doy el gusto de hacerlo yo—

Camino a lavarme las manos ensangrentadas.

—Échenlo al mar—

Aquí, la policía no es un problema para mí. No cuando mantienes las pace$ con ellos.

Regreso a casa con la ropa manchada de sangre.

Un ruido en la cocina llama mi atención.

Saco mi arma y camino en silencio.

Miro el reloj.

Tres de la madrugada.

—¡Maldita sea!—

Es Sol.

—¿Qué m****a haces a las tres de la madrugada en la cocina? Te dije claramente que no salgas de tu habitación.—

—L-lo siento... Tenía sed... No había tomado agua... — Sus ojos se abren con horror al notar la sangre en mi ropa.

—¿Por qué tiene sang...?—

—Ese no es tu problema.— La corto con frialdad

—.Acostúmbrate a ver y cerrar la boca.—

Su miedo es evidente.

—Lo siento, señor...—

—Largo de aquí....Ahora.—

Mi tono es más duro de lo que pretendía. Ella retrocede, pero cuando pasa junto a mí, la sujeto del brazo.

Se estremece. Su piel es fría, o quizás soy yo quien arde.

La suelto con lentitud y resoplo bajando el tono de voz.

—Toma una jarra y llévatela a tu habitación si tienes sed, no quiero verte rondando por la casa a menos que sea haciendo tus quehaceres. Hay bocadillos en el refrigerador, come—

No espero respuesta. Me alejo sin más.

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