Muerta no me sirve de nada.
Los gemidos de una mujer rebotan por las paredes mientras la embisto con violencia, con odio, con hambre.
Le jalo el cabello con fuerza y la hago gritar.
Intenta besarme, pero le detengo el rostro con una mano.
—Shhh... Yo no beso putas. Si quieres besarme, chúpame la polla—le gruño.
El sudor me cubre y muerdo mi labio inferior mientras suspiro.
Obedece sin decir nada. Se arrodilla y empieza a jugar con su lengua, mirándome desde abajo con ese falso deseo de devoción que tanto detesto.
Admiro que lo chupe por encima del preservativo...
Entonces suena mi teléfono 1, 2, 3...4.
Con molestia atiendo la llamada, justo cuando estoy apunto de venirme.
—¿Qué sucede?—
—Señor... la señorita se desmayó, la encontré en el sofá y...—
No lo dejo terminar, cuelgo de golpe, empujo a la mujer con desprecio y subo mis pantalones saliendo de la habitación con la camisa mal puesta y el saco sobre mi ante brazo tratando de acomodar mi ropa.
Subo al coche con furia.
No lo llamaría preocupación.
Cuando lle