Miedo.

Caminar para ir al baño fue la tortura más grande que pude pasar. Me arrastré por las paredes para poder caminar, y sentarme en la taza fue casi imposible.

Me sostuve de las paredes y gemí por el ardor.

Me miré al espejo: los ojos muy hinchados, el cuello perdido, al igual que los hombros, llenos de moretones.

Mis pechos lastimados, mordidas en el vientre y mis piernas cubiertas de moretones. Mi piel tan clara no me ayudaba en este tipo de situaciones.

Tenía tanto sueño... Nos pasamos casi toda la madrugada y la mañana teniendo sexo. El semen se deslizaba por mis piernas mientras caminaba hacia el baño, a pasos de tortuga, la cama era un desastre y él dormía plácidamente.

Tenía miedo.

Quería quedarme aquí, en el baño, y no salir nunca.

Es la primera vez que quiero escapar después de venir por mi propia voluntad.

Estoy aterrada, y no miento.

Pero no hay forma de que pueda hacerlo... Él nunca me dejará ir, y ahora menos.

Entro a la regadera; necesito limpiarme, y el agua tibia me ayuda
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