Capítulo 44 — Perdidos en el laberinto
El desayuno transcurría con la habitual serenidad de las mañanas en la residencia Derby. Virginia, todavía adormecida, revolvía distraídamente su té cuando el conde, con su tono sereno y paternal, rompió el silencio.
— Hoy solo trabajaremos por la mañana, señorita Virginia —anunció con un dejo de entusiasmo—. Por la tarde iremos a conocer el nuevo laberinto en los jardines de los palacios. Es su inauguración y, según tengo entendido, contarán con obras teatrales y presentaciones musicales.
Virginia levantó la vista con sorpresa.
— Suena maravilloso, señor —respondió con una leve sonrisa.
— Y seguramente todo Londres estará presente —añadió Clara, que parecía aún más entusiasmada que su joven amiga.
— Por supuesto, señorita Clara —confirmó el conde, tomando un sorbo de su té—. No me cabe duda de que será el evento de la semana.
Virginia asintió en silencio, aunque por dentro una sensación de emoción la embargaba. La sola idea de volver a encontrar