**Capítulo 102** El precio de la obsesión.
El espacio donde se encontraba encerrado Robin, era oscuro y opresivo; un lugar donde el tiempo no existía más que como una tortura prolongada.
Robin, o lo que quedaba de él, estaba sentado en el suelo frío y sucio. Mientras sus enormes garras deformadas raspaban el concreto, creando un sonido desesperante y constante, como si quisiera desgarrar la misma realidad que lo mantenía prisionero.
No tenía otro entretenimiento. Día tras día, noche tras noche, las paredes de metal reflejaban su figura grotesca y retorcida, como si fuera un recordatorio cruel de lo que alguna vez había sido.
Su cuerpo no había cambiado nada, seguía siendo una amalgama de monstruosidad y desesperanza. Deseaba morir. Lo pensaba cada segundo, pero no tenía el valor para acabar con su propia existencia. Y aun así, la idea de seguir viviendo en ese estado le resultaba aún más insoportable. Había aceptado un plan insensato, un trato con la locura misma, y ahora pagaba el precio.
—Se supone que yo no amaba a Cloe..